2 de marzo de 2008

EL VENENO DEL TEATRO (Rodolf Sirera)


El teatro era -es- como una droga, como una especie de veneno, contra el cual no hay antídoto. Pero lo perverso atrae sobre la virtuoso. ¿Y qué cosa resulta más perversa en el teatro que el hecho mismo del teatro, la ficción, no de la historia imaginada, sino sencillamente el acto de fingir ante el espectador, aquí y ahora? Por ello, en mi teatro, sobre unas cuarenta obras de todos los estilos y dimensiones, planea, a nivel temático, esta obsesión por el juego dramático, sus límites y reglas, los distintos puntos de vista de sus oficiantes, su magia y también sus miserias. Espejos, siempre espejos, una puerta que da paso a otra puerta: cajitas cuidadosamente embutidas una dentro de otra, y otra más, hasta llegar al último volumen, o, quizá, la nada.
He escrito, pues, a lo largo de los años, obras que eran representaciones de representaciones; biografías dramáticas de actores imaginarios; números de destreza para espectáculos de cabaret en los que se violaba todo tipo de convenciones; piezas irrepresentables que ponían en duda la existencia del espectador, o su ubicación en el espacio; obras mágicas en las que el protagonista principal era el propio teatro vacío, los monstruos oscuros que habitan sus entrañas. De un modo u otro, el tema es siempre el mismo: la seducción de lo perverso. Fingir, mentir, vivir. Sólo la muerte es la única verdad. Sólo la muerte impone límite. Y únicamente en el teatro los muertos resucitan. Únicamente en el teatro la muerte, la verdad objetiva, resulta traicionada.

Rodolf Sirera

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